El granjero y el caballo
Érase una vez un granjero chino cuyo caballo se escapó. Esa noche, todos sus vecinos vinieron a compadecerse. Dijeron: “Sentimos mucho escuchar que tu caballo se ha escapado. Esto es muy desafortunado.”
El granjero dijo: “Tal vez”.
Al día siguiente, el caballo regresó con siete caballos salvajes y, por la noche, todos regresaron y dijeron: “Qué gran giro de los acontecimientos. ¡Ahora tienes ocho caballos! Qué suerte.”
El granjero volvió a decir: “Tal vez”.
Al día siguiente su hijo trató de domar a uno de los caballos, y mientras lo montaba, salió disparado y se rompió una pierna. Luego, los vecinos dijeron: “Oh, Dios mío, eso es una lástima”, y el granjero respondió: “Tal vez”.
Al día siguiente, los oficiales de reclutamiento vinieron a reclutar gente para el ejército y rechazaron a su hijo porque tenía una pierna rota. Una vez más, todos los vecinos se acercaron y dijeron: “¡Esto es genial!”
Una vez más, dijo: “Tal vez”.
Todo el proceso de la naturaleza es un proceso integrado de inmensa complejidad, y es realmente imposible decir si algo que sucede en ella es bueno o malo – porque nunca se sabe cuál será la consecuencia de la desgracia; o nunca se sabe cuáles serán las consecuencias de la buena fortuna.
Lo bueno surge con lo malo. Lo malo surge con lo bueno. No hay entrada sin salida, ni arriba sin abajo, ni negro sin blanco.
Cada uno depende de su opuesto para ser y no ser. Fluyendo de extremo a extremo, de matiz a matiz, cada elemento refleja a todos los demás elementos en una red infinita de conexiones.
Cultivando tu mentalidad de “tal vez”
La Paradoja del Cambio dice que la única constante en la vida es el cambio. La entropía es la realidad. El mundo está en un continuo estado de cambio. Es lo único con lo que siempre puede contar, la única constante.
La parábola del granjero y el caballo nos enseña a abrazar el caos, a ser dinámicos, a fluir con él y a evitar juzgarlo.
La vida es un proceso cambiante sin un final definido.
Disipar las narrativas
Los seres humanos somos criaturas de contar historias.
Nuestras historias permitieron que nuestras culturas se desarrollaran y prosperaran y que el conocimiento se difundiera de generación en generación. Tenemos un deseo profundo y natural de aplicar una historia para ayudar a explicar lo inexplicable.
Esta parábola solo nos llegó debido a nuestras tendencias de contar historias – pero también nos enseña los peligros de tal narración.
Necesitamos aprender a separar la historia de la realidad. Separar la narración de los hechos.
Los aldeanos intentan juzgar cada realidad – ya sea que algo sea “bueno” o “malo”, aplicando una historia.
El granjero separa la historia de la realidad. Él permite el espacio para que los eventos simplemente existan, para que no sean ni buenos ni malos – simplemente para ser.
¡Esto es mindfullness…atención plena!
Para separar la historia de la realidad, para permitir que los eventos simplemente fluyan con nosotros (y más allá) tal como son, no como queremos que sean.
Sucederán eventos. La gente juzgará esos eventos como correctos o incorrectos, buenos o malos, morales o inmorales, verdaderos o falsos, negros o blancos, grandes o pequeños. Es fácil hacer juicios sobre lo que sucede.
Separarán el todo en un número innumerable de partes. Luego se apegarán a algunas de esas partes mientras resisten otras partes.
Harán interpretaciones sobre lo que experimentan y creerán que esas interpretaciones son lo mismo que la realidad.
La lección
Los eventos de nuestras vidas no necesitan ser juzgados. Es imposible saber si tales juicios resultarán precisos en retrospectiva, por lo que los más sabios entre nosotros permiten que los eventos existan sin aplicar una capa narrativa.
Aquellos sabios no están apegados a sus propias ideas de bueno y malo, correcto e incorrecto, feo y bello. Observarán los cambios sin juzgar, abiertos a lo que pueda venir.
No están apegados a respuestas absolutas. En lugar de intentar obtener algo o convertirse en alguien, viven en el misterio de la vida.
El tiempo es valioso para ellos. Están agradecidos por cada momento que pasa. Fluyen con lo que está pasando, sin formar demasiadas expectativas.
No se esconden de su miedo, ansiedad, ira o incertidumbre. Reconocen sus sentimientos y luego los dejan ir.
No están atrapados en sus historias.
Todo lo que es, y todo lo que no es, ya está donde debe estar.